A los seis años se incorpora la niña a Tota Pulchra como esperancita.

Con cantos y la enseñanza tierna de amor a Jesús y María se les deposita la semilla de la pureza. Se introduce en ellas la devoción al rezo diario del Rosario y su formación se llena de imágenes con dibujos e historias sobre Jesús y María y el ejemplo de jóvenes santas.

Particularmente se les enseña la devoción a Nuestra Señora de Fátima y a Santa Jacinta de Fátima.

Así como María de Fátima le anunció a Sor Lucía: “Jesús quiere servirse de ti para darme a conocer y amar”, el testimonio espontáneo de una niña esperancita, paradójicamente, evangeliza a sus dirigentes y a todos nosotros.

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